Con frecuencia nos preguntamos ”¿Qué hace que un deportista triunfe?” La respuesta obviamente es multifactorial e incluye el énfasis en distintos factores fisiológicos, biomecánicos, nutricionales, y características de destreza dentro de los diferentes deportes. Las dimensiones antropométricas del deportista, que reflejan la forma, proporcionalidad, y composición corporal, son variables que juegan un papel (a veces principal) en la determinación del triunfo en un deporte elegido.
La antropometría consiste en la técnica que se ocupa de medir las variaciones en las dimensiones físicas y en la composición global del cuerpo humano a diferentes edades y con diversos grados de estado nutricional, en nutrición utilizamos estos datos para interpretar eventos biológicos que ocurren en el interior del cuerpo. Se suelen tomar cinco tipos de medidas: diámetros óseos, longitudes y alturas segmentarias, perímetros o circunferencias, pliegues o panículos cutáneos, y masa corporal.
Hoy en día la Kinantropometría representa un termino más fucional en el ámbito deportivo ya que estudia la estructura física del atleta sobre la base del análisis del tamaño, la forma, la proporción y la composición; y la relación entre esta estructura y la función a través de la actividad física especializada y sistemática. Para efectos de esta conferencia solo se hará alusión a la composición corporal.
El estudio de la composición corporal humana fascina a las personas e investigadores. Todos tienen interés en saber de qué están compuestos. El problema es que el mejor método para determinar la composición corporal involucra realizar una disección, que además de desagradable y laborioso conlleva obvias implicancias bioéticas. En consecuencia en los últimos ochenta años aproximadamente se han diseñado diferentes estrategias para estimar la composición corporal de manera indirecta mediante la medición de alguna propiedad que conserve relación con los tejidos o moléculas que nos forman. Para que esta estrategia indirecta sea posible, se han generado ciertas presunciones de constancia biológica que no siempre han sido comprobadas, y que en más de una ocasión han dado lugar a aireados debates entre científicos.
Tal vez el primer método le corresponde a Jindrich Matiegka, quien en 1921 publica en el Journal of Physical Anthropology un modelo de fraccionamiento anatómico de cuatro componentes: óseo, muscular, grasa mas piel, y remanente. Para derivar este modelo utilizó datos antropométricos relacionados con la variable a cuantificar: sumatorias de diámetros óseos, pliegues cutáneos, y perímetros corregidos por pliegues. Estas sumatorias se multiplicaban por la talla y por constantes derivadas de datos del siglo XIX sobre cadáveres alemanes. Al resto lo llamó “remanente” y se calculaba por defecto. Su principal motivación era evaluar la “eficiencia física” de los hombres, tema en boga en el período inter-guerras donde se buscaba maximizar el trabajo físico con fines de aumentar la producción económica. En el mismo trabajo encontró correlaciones positivas entre la cantidad de músculo y la fuerza medida con dinamómetros manuales.
A pesar de que su trabajo se considera hoy “adelantado para la época”, y que él mismo concluye pidiendo más estudios sobre cadáveres para corroborar y corregir sus ecuaciones, éste método quedó en el olvido colectivo de la comunidad científica, que abrazó el modelo químico de dos componentes ideado por Albert Behnke en 1942.
Existe un gran debate, entre quienes defienden el modelo químico de dos componentes, grasa y masa-libre-de-grasa, y los defensores del modelo de fraccionamiento anatómico en cuatro o cinco componentes, adiposo, muscular, óseo, residual (vísceras y órganos), y piel. Por definición, el modelo químico cuantifica la “grasa”, o sea, triglicéridos puros extraíbles por alcohol éter, mientras que el modelo anatómico cuantifica el “tejido adiposo”, que incluye la grasa (fracción lipídica) y todo lo que además se encuentre dentro del adipocito: agua, proteínas, y ciertos minerales. La “masa-libre-de-grasa” del modelo químico está a su vez compuesta por agua, proteínas, y minerales, mientras que en el modelo anatómico la “masa-libre-de-tejido-adiposo” la componen los tejidos anatómicamente diseccionables muscular, óseo, residual, y cutáneo.
Como profesionales de la salud debemos elegir una herramienta que nos aporte un diagnóstico válido, y que tenga aplicación práctica para nuestra actividad profesional. Debemos reflexionar sobre temas claves como: ¿Qué sucede cuando se disminuye el peso luego de una intervención nutricional o de actividad física, se pierde grasa, músculo? Si disminuye el tejido adiposo, la masa-libre-de-grasa del tejido adiposo también disminuye, y como ésta se cuantifica dentro de la masa-libre-de-grasa en el modelo químico se puede interpretar como una reducción de músculo que no es tal; ¿Qué me interesa más correlacionar, mililitros-minuto de consumo de oxígeno por milimol de nitrógeno, o por kilogramo de músculo? Tanto en biomecánica como en fisiología, los tejidos son quienes constituyen la función, y si la cineantropometría es la interface cuantitativa entre estructura y función, necesitamos modelos que nos permitan cuantificar los tejidos anatómicos, para facilitar la interpretación biológica de los fenómenos que ocurren en el organismo. ¿Por qué tanto énfasis en la grasa, si tanto en salud como en deporte el músculo es de igual o superior importancia?
La composición corporal humana, en particular, y la animal, en general, han sido uno de los frentes biomédicos más estudiados universalmente en las últimas décadas. Su inobjetable importancia en los diversos sectores de la sociedad ha instrumentado la publicación de una extensa gama de trabajos científicos sobre este tema en infinidad de revistas seriadas y libros de diferentes campos de aplicación y especialización, sobre todo en las ciencias medicobiológicas, del deporte y la cultura física, así como en la ciencia animal.
Particularmente en el deporte, los estudios y evaluaciones de indicadores de la composición corporal constituyen un gran aporte y su utilidad ha sido demostrada. A continuación señalaremos algunos de sus beneficios para el estudio en atletas:
• Los procedimientos de medición y evaluación en el terreno no requieren de costosos o sofisticados equipamientos. Tampoco necesitan de un entrenamiento muy especializado o altamente calificado.
• Su valor de predicción del contenido de grasa, es mucho más confiable que el de los índices de relación peso – talla.
• Es un instrumento que puede caracterizar a poblaciones generalizadas o específicas. Puede aplicarse exitosamente en todas las edades.
• Puede auxiliar la descripción biológica del proceso de crecimiento, desarrollo y maduración del atleta en edad escolar; así como el proceso de desentrenamiento del deportista en edad adulta.
• Es una herramienta útil para la detección del potencial atlético en el deporte escolar.
• Provee una información valiosa para las recomendaciones dietéticas y nutricionales del deportista.
• Provee bases de referencia para el estudio de variables en la fisiología del ejercicio.
• Es un instrumento útil en las evaluaciones de la aptitud física, en función de la edad y el sexo.
• Sus resultados son imprescindibles en la Historia Médico Deportiva del atleta, y sirven de guía en la evaluación biomédica del entrenamiento de los deportistas.
El cuerpo humano puede ser subdividido en disímiles componentes, sobre la base de diversos criterios. Principalmente, las variables de mayor interés han sido la grasa corporal, los músculos y en menor medida los huesos y vísceras.
Se ha comprobado que la composición corporal está muy correlacionada con el gasto de energía que se produce al realizar actividades que requieren el accionamiento del sistema locomotor. El análisis de las variaciones del peso corporal, requiere del estudio de la composición corporal, ya que las variaciones de sus fracciones o componentes informan acerca de la alteración que ocurre en el balance energético, sobre la base de las condiciones ambientales creadas. El componente que más rápidamente responde a las alteraciones del balance energético es precisamente la grasa de depósito.
Es decir, que la evaluación de los depósitos de grasa registra los cambios que ocurren en el sistema de equilibrio de la ingestión calórica, por un lado (ganancia energética), y la pérdida calórica (gasto energético), por el otro. Generalmente, estos dos componentes se manifiestan según el consumo de alimentos y la actividad física, respectivamente. Si bien una porción de grasa juega un rol en el metabolismo para la formación de energía, la mayor parte de este componente graso queda almacenado, fundamentalmente en el panículo adiposo, localizado en la capa subcutánea. Cuando estos depósitos de grasa están en exceso, o sea, agrupan mayor cantidad de la que necesita el organismo, resulta que este tejido se convierte en una masa inactiva, es decir, un peso muerto que forma parte del peso total del cuerpo. En los deportistas este peso de grasa corporal en exceso, contrarresta el peso de la masa corporal activa, que si es necesaria. Este aspecto es mucho más apreciable en los deportes que compiten sobre la base de categorías de peso corporal.
Por otra parte, para mantener el equilibrio del balance energético individual es necesario, además del control de la composición corporal y de la ingestión calórica, una dinámica de las cargas de entrenamiento (gasto energético) adecuada. Estas consideraciones adquieren suma importancia, porque si controlásemos solamente el peso corporal del atleta, quedarían enmascarados los cambios que pueden ocurrir en la composición corporal.
En la práctica, hemos encontrado casos de deportistas en quienes ha ocurrido lo señalado. Aparentemente el atleta está en su peso estándar, sin embargo, tiene un exceso de masa de grasa traducido en un déficit de masa corporal activa. Por regla general, estos casos no obtienen los resultados esperados en los tests para el control de la preparación. Estos aumentos de los patrones individuales de grasa nos pueden dar un índice de la forma deportiva del atleta, ya que la alteración viene dada por el rompimiento del equilibrio entre la ingestión y el gasto calórico y cuando es causado por este último, o sea, una disminución del gasto energético, refleja un deficiente trabajo acumulado.
La influencia del peso corporal en el rendimiento deportivo es aún más determinante desde el punto de sus consecuencias inmediatas. El aumento en exceso de la grasa corporal reduce la eficiencia del sistema locomotor, por ejemplo, la habilidad para el salto y la velocidad, y disminuye la resistencia en los atletas.
En los organismos sanos, una de las principales direcciones de trabajo para estudiar los factores causantes de los cambios del peso corporal, en un período, se basa en el análisis de las alteraciones de las fracciones corporales que componen el peso total del cuerpo.
En esta conferencia se ilustran datos que reflejan la importancia del monitoreo de indicadores de la composición corporal y el peso adecuado a escala de terreno y su uso como estimadores de la forma deportiva durante las etapas de preparación de los atletas. Así como también pueden clasificarse deportes, eventos, posiciones de juego y divisiones de peso corporal sobre la base del análisis de indicadores de la composición corporal.
En conclusión las formas corporales distintivas observadas hoy dentro de los deportes, han surgido tanto por la selección natural de tipos corporales que han triunfado a lo largo de generaciones consecutivas, como por la adaptación a las demandas de entrenamiento en la generación actual. La culminación de una forma y composición corporal “final” resulta en lo que denominamos optimización morfológica.
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